¿Qué tienen en común un logo hecho por IA y el T-1000 de Terminator 2? Ambos son rápidos, eficientes… y peligrosamente convincentes. Pero como en toda buena historia, lo verdaderamente valioso no es la máquina: es quien sabe cuándo usarla, cuándo detenerla y cuándo decir “esto necesita cabeza, no solo código”.
Aquí te contamos cómo perdimos una batalla contra la IA. Y por qué eso, lejos de derrotarnos, nos confirmó que el criterio sigue vivo. Y armado.
Hay una escena en Terminator 2 que nunca olvidamos:
John Connor corre por su vida, perseguido por una máquina perfecta. Rápida, eficiente, imparable. Un T-1000 hecho de metal líquido que puede adoptar cualquier forma.
Como la IA.
Como esos generadores de logos que parecen tener todas las respuestas en 30 segundos.
Nosotros éramos John.
Con una mochila llena de referencias, investigación, propósito, contexto, cultura organizacional y estrategia. Y aun así, nos alcanzaron. La máquina ganó. El cliente eligió un logotipo generado por IA.
Pero aquí es donde la trama se pone buena. Porque a John no lo salva una pistola.
Lo salva Sarah Connor: una mujer curtida, con criterio, con entrenamiento, con historia. Ella es el sistema. El método. La humanidad entrenada para resistir lo automático.
En nuestro caso: Sarah Connor es el branding estratégico. Es el marco. El C3. Es la madre del pensamiento con propósito.
La IA puede tener velocidad.
Pero no tiene cicatrices.
No tiene criterio.
No duda.
Y las buenas marcas nacen de la duda, del ensayo, del conflicto. No del atajo.
Sí, perdimos una batalla.
Pero ahora sabemos que no estamos solos.
Sarah Connor está con nosotros.
Y no le teme a la máquina.
La usa. La domina. La hackea si es necesario.
Porque una marca no se construye con un clic. Se construye con cabeza.
Te compartimos un video ficticio de un Borges ficticio. La obsesión humana por construir espejos.
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🔥 Robamos el fuego a los dioses. Aunque esta vez, nos lo haya alcanzado un cyborg programado con prompts.
